Libre comercio de alimentos. Lo llaman democracia y no lo es

La especulación de los alimentos, convertidos en mercancías, impulsa la producción industrial de alimentos y agrocombustibles para la exportación y la acumulación de tierras fértiles por parte de multinacionales en los países empobrecidos.

Este “orden” alimentario internacional, cuyas principales víctimas son mujeres, produce millones de muertos por desnutrición o por exceso de alimentos y desaloja de sus tierras a pueblos enteros, forzando migraciones masivas.
Este holocausto alimentario se complementa con la destrucción de la biodiversidad, los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales y los accidentes de tráfico.

En África subsahariana, la esperanza media de vida pasó de 59 a 49 años en los últimos 15 años, un 60% de la población vive en la pobreza y un 70% carece de agua potable.

El libre comercio se presenta como la fórmula más civilizada de relación entre los pueblos. Pero los intercambios de cualquier país rico con otro dependiente -soga y cuello- sólo pueden calificarse como una injusticia armada.

El derecho internacional, olvidando los derechos sociales, económicos y culturales consagrados por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, considera a los estados como sujetos libres e iguales que realizan transacciones en el mercado global. Nada más lejos de la realidad.

Bajo el libre comercio y la democracia, discurre un genocidio alimentario silencioso. El orden alimentario internacional es un orden caníbal. Los millones de muertes por falta o exceso de alimentos son asesinatos.

Estas políticas neoliberales contra la humanidad y la naturaleza, aplicadas por gobiernos de derechas y de izquierdas, están legitimadas por los votos de los ciudadanos.

La democracia no debe tener adjetivos, pero ¿cómo podemos caracterizar nuestra DEMOCRACIA sin añadir DE MERCADO, NEOFRANQUISTA, VIRTUAL, CONTEMPLATIVA, REVERSIBLE, SIN DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES, CULTURALES Y ALIMENTARIOS, SIN EMPLEO, SIN FUTURO y SIN ALMA?

Cualquier intento verdadero para interrumpir este desorden, debe recordar que nosotr@s sostenemos -por acción u omisión- a quienes lo producen. Por eso, deberíamos hacernos algunas preguntas: ¿qué debo hacer al respecto? ¿Cómo, cuándo y dónde? ¿Con quién?

Frente a la revolución del capitalismo contra el derecho de los pueblos a una alimentación sana y suficiente, impulsamos una revolución democrática en defensa de la seguridad y la soberanía alimentaria. Sus bases son una producción agroecológica potente asociada a un movimiento de consumo responsable anticapitalista, agroecológico, autogestionado y popular, capaz de construir mercados locales y circuitos cortos de distribución.

Editorial de la Revista Tachai nº 32. Febrero de 2012