Libertad, ¿para quién? Democracia, ¿para qué?
El presidente del gobierno ha decretado el final de la crisis basándose en la mejora de algunas magnitudes económicas: leve crecimiento de la economía, el consumo y el empleo; caída del precio del petróleo; mejora de las exportaciones por la devaluación del euro; y descenso de la prima de riesgo (mayor interés pagado a los prestamistas internacionales para la financiación de nuestra voluminosa deuda pública). Pero ha omitido otros indicadores de signo contrario: deuda creciente de la economía española (1 billón de euros); estancamiento de los países que más comercian con España; alto riesgo de deflación (crecimiento negativo y sostenido de los precios); crisis económica, política e institucional de la Unión Europea; armamentismo y guerras cada vez más cercanas; inanidad de la ONU para cumplir y hacer cumplir la legalidad internacional.
En los últimos 7 años el “libre mercado” ha destruido 4 millones de empleos y el 8% de la riqueza del país. En enero de 2015 el 64% de la población activa española está parada (24%), eventual (25%) o a tiempo parcial (15%). Al ritmo de las inciertas mejoras aducidas por el gobierno, tardaríamos 10 años en volver al volumen de desempleo de 2007 (2,1 millones), sin olvidarnos de los que han tenido que emigrar, de la precariedad generalizada y del aumento de la desigualdad social.
Las reformas estructurales que -según el gobierno- nos permiten salir de la crisis, consisten en: devaluar los salarios y la protección social; limitar las garantías laborales y sindicales para oponerse a este despojo y modificar el Código Penal para castigar de forma desproporcionada cualquier sobrepasamiento en las movilizaciones para defender los derechos fundamentales amenazados.
La Constitución Española protege “la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado” (art. 38), pero dentro de unos límites: “de acuerdo con el interés general” -art. 128-; “para atender el aumento de la renta y su justa distribución” -art. 131-; y “respetando la dignidad de las personas y sus derechos inviolables” -art. 10-. Si los derechos contradictorios están protegidos, ¿por qué los derechos del gran capital se cumplen a rajatabla y los de la mayoría de los ciudadanos no? A igualdad de derechos sobre el papel, gana la fuerza innovadora, cultural, económica, política y militar del capital frente a millones de ciudadanos aislados por el individualismo y coaccionados por el miedo a la represión sobre quienes expresan el valor y la dignidad perdidos por las mayorías.
Como reacción, se abre paso un movimiento popular democrático, plural y participativo, enfrentado directamente a la corrupción y a la dictadura de mercados y mercaderes que pone palabras a estos desmanes y ocupa el vacío de oposición real. Además de su dimensión mediática y electoral, este movimiento, recogiendo lo mejor de muchas identidades políticas y sociales, puede aportar la fuerza necesaria para poner coto a los excesos del libre mercado. El 31 de enero de 2015 podemos participar en una gran movilización por la libertad, la democracia y los derechos sociales para todos.